Tenis, el aire apuliano de Fabio Fognini tras su marcha. ¿Un futuro como entrenador?

Eligió el mar que lo hace sentir como en casa, el silencio cómplice de quienes siempre lo han recibido sin hacerle demasiadas preguntas. Tras el último apretón de manos sobre la hierba de Wimbledon, esta vez Fabio Fognini eligió el corazón. El suyo. Y el de quienes durante mucho tiempo le han brindado un rincón de normalidad, lejos de los focos. Sin micrófono, sin pista central. Solo Brindisi, su segundo hogar, el lugar al que regresa siempre que puede, el refugio donde puede escapar y redescubrirse. Es desde aquí que quería hablar a sus fans. Un mensaje diferente, más íntimo. Porque aquí, entre la tranquilidad de Puglia y el amor verdadero, incluso una despedida puede sentirse como un nuevo comienzo.
Ha llegado ese momento que, en el fondo, sabía que llegaría, aunque una parte de mí deseaba que nunca sucediera —escribió Fabio en sus redes sociales—. La decisión no fue fácil, pero siento que es el momento adecuado. El tenis (en mayúsculas, nota del editor) ha sido mi universo: me formó, me hizo crecer, me enseñó resiliencia, fuerza y paciencia, tanto en la victoria como en la derrota. Me ha dado mucho más de lo que podría haber imaginado, y por eso siempre estaré agradecido. Gracias a todos los entrenadores, colaboradores y patrocinadores que me han acompañado en el camino; gracias a mis amigos y a todos los que me han apoyado, tanto en los días emocionantes como en los más difíciles. Su amor ha hecho que este viaje sea inolvidable.
Sin olvidar a mis seres queridos, Flavia Pennetta y sus tres maravillosos hijos, Federico, Farah y Flaminia: «Y luego mi familia, la piedra angular de todos mis éxitos. Gracias, mamá y papá: sin ustedes, nada habría sido posible. Y a ti, hermanita, gracias por ser siempre mi fan número uno. FLAVIA (también en mayúsculas — Nota del editor), eres la mujer, madre y compañera de vida que siempre he soñado. Has sido, eres y siempre serás mi ejemplo a seguir. Gracias por darme la familia de mis sueños: tres pequeños espléndidos que son mi razón de vida. Un capítulo importante en mi vida llega a su fin. Me voy con el corazón lleno de alegría, orgullosa del camino recorrido y con curiosidad por descubrir qué me depara el futuro. Una cosa es segura: mi vínculo con el tenis no termina aquí. Hasta pronto, tenis. Hasta pronto, mi amor».
Su tenis era un torbellino constante, una bofetada a la previsibilidad. Fabio Fognini nunca se adaptó al juego de los demás. Siempre prefería responder con el suyo. Poco convencional, temperamental, impredecible. Pero también maravilloso. A veces, brillante. Esa raqueta, para él, era una varita mágica. A veces mágica, a veces descontrolada. Pero siempre certera.
Talento y tormento, genio y temeridad, pero también números que quedarán en la historia: número 9 del mundo en 2019, ganador de 9 títulos individuales ATP, 31 partidos de carrera ganados contra jugadores del top 20, un título de dobles del Grand Slam en Melbourne en 2015 junto a Simone Bolelli, una Copa Davis perdida por poco, un Top 10 logrado en una era en la que parecía imposible para un italiano: el de Roger Feder, Rafa Nadal, Nole Djokovic y Andy Murray, por nombrar solo algunos.
Pero Fognini era mucho más que sus resultados. Era un personaje, una forma de hablar, una actitud. Alguien que lo daba todo en la cancha, incluso cuando debería haber dejado algo fuera. Alguien que nunca hacía trampas, ni siquiera en los días malos. E incluso cuando cometía errores, los hacía abiertamente.
¿Su obra maestra? Quizás Montecarlo 2019, cuando derrotó a Nadal en la tierra batida monegasca con una actuación que rozaba la perfección. Un tenis surrealista, reveses que trazaban arcos irreales, el mallorquín acorraló como casi nadie lo había hecho jamás. A partir de ahí, el título más prestigioso de su carrera y una oportunidad para entrar en el top 10 del mundo. Un sueño que parecía hecho a medida de otros, pero que él quería hacer realidad a su manera: con talento, no conformándose.
Siempre a su lado, una mujer que ha compartido sus batallas en otras canchas: Flavia Pennetta, campeona de Grand Slam y madre de sus tres hijos. Con ella, ha construido una familia que rezuma el sabor de Apulia y el eco de grandes logros deportivos: la familia de las "cinco F". Les espera una nueva vida, lejos del viaje diario, los torneos, las polémicas y los aplausos.
Pero Fognini, en el fondo, no se ha ido del todo. Sigue vivo en esos chicos que hoy lanzan reveses abiertos pensando en él, y a quienes intentará "descubrir" en las pistas de toda Italia. Sigue vivo en ese coraje de nunca ser una copia, ni siquiera de sí mismo. Sigue vivo en los partidos imposibles que remontó de un solo golpe, y en los que perdió cuando parecían ya ganados. Porque la carrera de Fabio no se mide por las estadísticas, sino por la intensidad de las emociones que ha generado.
Lo conocimos en un momento suspendido entre el pasado y el futuro. Más relajado, más reflexivo, pero Fabio seguía siendo.
Una despedida con un toque romántico. ¿Fue la despedida del tenis que siempre soñaste?
Lo había imaginado de muchas maneras, pero nunca tan… real. Siempre pensé que no podría soportar una ceremonia, una vuelta de honor. Y en cambio, me emocioné como un niño. Lo viví como hombre, no como atleta. He cerrado el círculo y ahora puedo mirar hacia adelante sin remordimientos. Y todo esto ocurrió ante los ojos de mi hijo Federico, un gran fan de Carlos Alcaraz, a quien le regaló una camiseta autografiada.
Pensando en tu carrera, ¿hay más satisfacciones o arrepentimientos?
Todos tenemos arrepentimientos, pero las satisfacciones pesan aún más. He ganado en todos los continentes, he formado parte del equipo italiano, he levantado un título de Masters 1000 y he estado entre los diez mejores del mundo. Fabio, con diez años, soñaba con todo esto. Se aferra a lo que es hoy.
Si pudieras revivir sólo un partido, no por el resultado sino por las emociones, ¿cuál elegirías?
Montecarlo 2019. No por el título, sino por cómo lo viví. En aquellos días, me sentía ligero, lúcido y sereno. Acababa de ser padre y sentía una fuerza interior que nunca antes había sentido. Esa victoria no fue solo mía.
Flavia se fue antes que ella: ¿la ayudó a entender cuándo era el momento adecuado para parar?
Absolutamente. Flavia siempre ha tenido la capacidad de anticiparse. Cuando decía basta, lo hacía con la cabeza y el corazón. A mí me llevó más tiempo, pero tenía a mi lado a una mujer que conoce el tenis mejor que nadie. Me hizo entender que parar no es perder, sino elegirse.
¿Qué te enseñó Flavia, como campeona y como esposa y madre?
Paciencia. Equilibrio. La capacidad de callar cuando es necesario y luchar cuando llega el momento. Es una mujer que dejó huella en el deporte y en mi vida. Si soy quien soy hoy, se lo debo en parte a ella. Y a esos tres maravillosos terremotos que trajimos al mundo.
Papá campeón y mamá campeona: ¿recomendarían a sus hijos seguir una carrera como tenistas profesionales?
Solo si es su decisión. Sin presión. El tenis es maravilloso, pero te exige mucho. Si quieren intentarlo, allí estaremos. Si quieren hacer algo completamente diferente, allí estaremos de todas formas. Lo que importa es que sean felices, no que ganen.
Hoy sientes que Brindisi es tu hogar. ¿Qué es lo que más te gusta de esta ciudad y su gente?
La verdad. La gente de Brindisi no finge, te mira a los ojos. Hay calidez, hay pasión. Cuando paseo por el centro con Flavia o voy al bar a tomar un café, me siento como una más. Brindisi me recibió sin pedir nada a cambio. Y es una sensación maravillosa.
El tenis italiano está en su mejor momento con Sinner y muchos otros. ¿Te sientes orgulloso de haber forjado ese camino?
Orgulloso, sí, pero también feliz como un hermano mayor. Ver a Jannik Sinner, Lorenzo Musetti, Flavio Cobolli... es la confirmación de que lo hemos hecho bien. Y no me refiero solo a resultados, sino a cultura, a mentalidad. Ya no somos los que perdíamos oportunidades.
¿Y qué hay del tenis en Apulia? Nos ha aportado muchísimo en los últimos años, sobre todo el femenino. ¿Qué falta?
Necesitamos estructuras, visión y paciencia. Apulia tiene un potencial enorme. Lo demostró con Flavia, con Roberta (Vinci) y con muchos otros. Pero necesitamos invertir en los niños, en el deporte escolar. El talento está ahí, solo hay que cultivarlo.
Hoy en Brindisi para unas merecidas vacaciones, ¿y después qué?
Este año se cumple el décimo aniversario de la victoria de Flavia en el US Open, y me encantaría estar allí con toda mi familia para disfrutarlo como turistas.
¿Qué hará cuando… crezca?
Estoy disfrutando de mi tiempo. Quizás sea padre a tiempo completo, quizás trabaje con niños, buscando a los mejores talentos para que se lancen al tenis profesional. Lo único que sé es que no volveré al circuito solo para estar allí. Si algún día decido dar clases, será por pasión, no por nostalgia. Porque el tenis ha sido mi vida. Pero ahora comienza una nueva.
FLAVIA PENNETTA: "LES CONTARÉ SOBRE EL HOMBRE 'OCULTO'""Esta vez también me hiciste llorar. Pero fueron lágrimas de alegría". No lo escribió en una publicación. No lo gritó al mundo. Flavia Pennetta eligió el silencio de la verdad. "Escribió con el corazón, como siempre. Y conozco ese corazón mejor que nadie", fue el emotivo comentario de Flavia sobre la dedicatoria de Fabio Fognini en redes sociales.
Sí, porque ciertas historias se cuentan mejor a través de los ojos de quienes las han vivido en primera persona. Flavia Pennetta ha visto a Fognini en sus mejores y peores momentos. Lo conoció en canchas de todo el mundo, cuando el tenis era su único idioma común. Hoy, lo observa mientras cuelga la raqueta, no sin melancolía, sino con esa alegría que solo nace de quienes lo han dado todo. «Fabio es un hombre que nunca ha tenido miedo de mostrarse tal como es. A veces lo pagó caro, pero creo que esa siempre ha sido su fortaleza. Es cierto, es impulsivo, es instintivo, pero también transparente. Es alguien que se entrega al juego con todo su corazón, en las buenas y en las malas. Y fuera de la cancha, en la vida, es igual».
Lo vio ganar en Montecarlo, entrar en el Top 10, desafiar a Nadal y Djokovic sin sentirse jamás inferior. Igual que lo vio y lo apoyó en su última y épica aparición en Wimbledon contra Alcaraz. Pero también lo vio cuando se vio obligado a parar, cuando sus tobillos ya no le permitían entrenar. «Esos momentos fueron duros. Fabio no es de los que se quejan, pero después de años de dolor y vendajes, supo que tenía que operarse. Dos cirugías, un reinicio lento y esa sensación de que su cuerpo ya no podía seguir su mente. Pero nunca se rindió, nunca. Ni siquiera cuando el tenis parecía escapársele para siempre». Volvió, lo intentó de nuevo, volvió a la pista. Porque Fognini, antes de ser campeón, siempre fue un luchador. Era un talento demasiado puro para ser domado, y quizá por eso la gente lo quería tanto. Porque era diferente, porque no fingía. Nunca intentó ser algo que no era. Si estaba nervioso, se notaba. Si estaba feliz, también. Es difícil encontrar esta autenticidad en el deporte actual, donde todo el mundo parece estar formateado. Él no. Fabio era, y es, un original.
Pero si el mundo lo conocía por sus hazañas y sus excesos, Flavia lo conoce en el silencio de su hogar, en los pequeños gestos, en las sonrisas que regalaba a sus tres maravillosos hijos. Fognini padre es una versión nueva y sorprendente, alguien que no ha perdido las ganas de jugar, pero que ha cambiado de bando. «Con nuestros hijos, es como si estuviera jugando el torneo más importante de su vida, y lo hace con una energía contagiosa. A veces parece un cuarto hijo, persiguiéndolos, inventando juegos absurdos, haciéndolos reír durante horas. Pero también sabe estar presente, escuchar. Se ha convertido en un hombre más profundo. Más completo». Cuando Flavia paró, lo hizo con la fuerza de quien comprende el momento. Cuando vio a Fabio empezar a ver el tenis con una sonrisa más cansada, comprendió que ese momento también se acercaba para él. «No le dije cuándo parar, pero creo que en el fondo ambos lo sabíamos. Era hora de vivir más de lo que hemos construido juntos».
Y ahora la vida cambia, pero no demasiado. Porque si bien es cierto que los despertadores ya no se ajustarán a las zonas horarias de los torneos, también es cierto que un campeón sigue siendo un campeón. En su forma de ver el mundo, en su forma de afrontar nuevos retos. «Fabio es alguien que seguirá encontrando su espacio, que se dejará ver. Quizás lejos de los focos, pero siempre con pasión. Y yo estaré ahí, como él siempre lo ha estado para mí. No solo como esposo, sino como cómplice». Hay una frase que Flavia repite a menudo, casi con timidez: «Somos un equipo». Lo dicen por diversión, pero lo dicen en serio. Fabio y Flavia. Dos campeones. Dos personalidades fuertes. Dos caminos diferentes que se han cruzado para convertirse en una sola familia. La familia de las «cinco F», que ahora disfruta de otro partido. El más hermoso.
La Gazzetta del Mezzogiorno