Disparar en la Quinta Avenida

Podría disparar a la gente en la Quinta Avenida y no perdería votos. Esta frase la dijo Donald Trump en 2016, antes de ganar su primera nominación como candidato a la presidencia de los EE.UU. por el Partido Republicano. Y tenía razón. Cuando alguien, o algo, conoce racionalmente los resortes de la pasión y sabe como utilizarlos, está blindado. Da igual lo que haga o lo que diga. Sus feligreses van a seguirlo hasta el fin del mundo. No sólo eso. Cualquier atisbo de crítica que reciba aquel a quien se idolatra, da igual el tono, la forma o las razones que la acompañen, será entendida como una agresión injusta e inaceptable. Al líder sólo se permite idolatrarlo.
Laporta, en el palco del estadio Johan Cruyff
JOSEP LAGO / AFPTrump lo expresó con menos palabras: podría matar y la gente me amaría igual. Provocativo y exagerado. Pero una verdad como un templo. No funciona sólo con él. Sánchez y Puigdemont, por citar sólo dos políticos en activo, despiertan pasiones de igual intensidad. También sucede con las siglas. Hay gente que seguiría votando a su partido aunque el candidato fuese un gato o un colibrí. La lealtad más rocosa es la que nace del estómago y se disfraza de razón.
Alguien que también podría disparar a la gente, en este caso por la Diagonal o en la plaza Francesc Macià, sin perder sostén es Joan Laporta. La condición, en su caso, es que la pelota, más o menos, entre donde debe. Pero en todo lo demás, el presidente azulgrana puede hacer de su capa un sayo porqué sabe que tiene inmunidad garantizada. Mañana el Barça jugará contra el Valencia en el Estadio Johan Cruyff ante seis mil espectadores. Es un despropósito sólo atribuible a la improvisación y falta de profesionalidad con la que el club ha manejado el tramo final de las obras de construcción del nuevo estadio. Ni los permisos, ni hostias en vinagre. El único responsable es el club, como lo ha sido también en las múltiples ocasiones que ha anunciado una fecha de debut en el nuevo templo blaugrana para seguidamente incumplirla.
Jugar en el Johan Cruyff es un despropósito sólo atribuible a la improvisación del clubEl problema no es el retraso de diez meses que acumula la obra. La complejidad del proyecto o los cambios para mejorarlo pueden justificar una demora. Pero la función de un buen directivo es prever lo que puede suceder y anticiparse a las soluciones. Y en este sentido, el club no ha dado la talla. Merece una severa reprimenda por su amateurismo y frivolidad.
Lee tambiénComo la merece también por la falta de transparencia. En este caso, no por la fecha de regreso al Spotify Camp Nou, sino por negarse a dar detalle de los motivos que han provocado la demora. Y, especialmente, por no concretar con datos certificados el impacto económico negativo que esta pueda tener en las arcas del club. Sea por el encarecimiento del proyecto, sea también por el lucro cesante atribuible al retraso en la apertura del campo.
Pero lo dicho. No sólo es Trump quien puede disparar en la Quinta Avenida.
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