Conte, del prejuicio al amor: así conquistó Nápoles
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Ves Nápoles y luego la persigues, en las sombras de las noches animadas (en el mural de Maradona), en las luces deslumbrantes de un amanecer nuevo pero siempre diferente (caminando por el centro, tomando un café), en esas tardes llenas de dudas y reflexiones (volviendo de Castel Volturno). Ves a Conte y entonces te das cuenta de que te has instalado en las proximidades de una cátedra de fútbol universitario, donde en la última década han enseñado Benítez, Sarri, Ancelotti y Spalletti y todos juntos, algunos centralmente y otros lateralmente y algunos de manera históricamente sublime, han sabido construir la Gran Belleza en su evolución, para desatar emociones fuertes, esperanzas, sueños que resisten todavía hoy, después de Como, que también soltó una niebla lista para despejarse. Ves al Nápoles y a Conte, o a Conte paseando por esas calles donde todo huele a fútbol, y te preguntas cuánta fusión, cuánta empatía existe entre el pueblo y su nuevo profeta, "protegido" por un respeto que borró inmediatamente los picores de estómago de un extremo por su juventud, y que rápidamente se apoderó de sus teorías, las hizo suyas, y que ahora está a su lado en este desafío "desesperado" por revolucionar los valores. Incluso el sábado por la noche, contra el Inter, habrá entradas agotadas, como ya sucedió en la temporada post-catástrofe del décimo puesto que a menudo vuelve a aparecer en las ruedas de prensa de los entrenadores de una reconstrucción que se ve en los resultados.
La Gazzetta dello Sport